Oblatos Benedictinos: Contemplar a Dios en el día a día, como Jesús en Nazaret

En el mundo en que vivimos, cada vez más lleno de ruido y prisas, se siente una sed de algo más profundo. Algo que nos dé paz. Justo ahí aparece una vocación que nos invita a la calma en medio del alboroto: la del Oblato Benedictino.

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Alexander Patiño Díaz Obl. O.S.B

7/7/20255 min read

No son monjes que viven en su monasterio. Son laicos, consagrados o sacerdotes que quieren una vida espiritual intensa. Y no se van al desierto de antes, sino que encuentran a Dios en lo de siempre, en lo normal, como Jesús en Nazaret. Quieren convertir lo cotidiano en algo increíble, una búsqueda y encuentro constante con Dios.

Silencio y soledad: Así se escucha la voz de Dios

Para un Oblato, vivir en el mundo no es un estorbo para la oración profunda. ¡Para nada! Es justo donde actúan. Aquí, el silencio no es solo que no haya ruido. Es una actitud de adentro, una forma de entrenar el corazón. Es como un espacio vacío que da fruto, donde el alma se calma para escuchar a Dios. Él es la Palabra misma. Sea en el trabajo, en el tráfico, en las tareas de la casa o en el movimiento de la parroquia, el Oblato cultiva un "monasterio por dentro". Esto se parece mucho a la vida tranquila de Jesús en Nazaret. Él pasó casi toda su vida en la sencillez de su casa, trabajando y creciendo, sin hacer grandes milagros ni dar discursos públicos. Su propia vida era ya oración y contemplación, una entrega callada a lo que el Padre quería.

La soledad, por su parte, no es aislarse. Es más bien soltar el ruido de afuera para enfocarse en la presencia de Dios. Es poder encontrar ratos para estar a solas, para irse a ese "cuarto" del alma. Así como Jesús se iba a orar a la montaña o a lugares apartados. Un Oblato podría decir, parafraseando esa vieja sabiduría monástica: "Si quieres vivir en la celda de tu corazón, vive en el silencio". Porque es en ese silencio y esa soledad interna donde la voz de Dios, que a menudo es un susurro, se puede oír de verdad.

La Regla de San Benito: escuela del discipulado

La Regla de San Benito, escrita hace más de mil quinientos años, es mucho más que un montón de reglas. Es una guía espiritual muy profunda para el Oblato en su camino. Aunque un Oblato no hace los mismos votos de un monje, sí se compromete a vivir los principios de la Regla, adaptándolos a su vida normal, y lo hace mediante su consagración llamada “Oblación” o en algunos casos mediante votos privados.

San Benito, en su capítulo 4, llamado "Los instrumentos de las buenas obras", no solo lista virtudes. ¡No! Él traza un camino de vida que es como un manual práctico para vivir la contemplación en acción. Nos enseña a:

  • "No anteponer nada por encima del amor a Cristo" (RB 4,21): Esto es como la brújula para el Oblato. Cada cosa que decide, cada acción, cada relación, todo pasa por este amor que es lo primero. De ahí viene la paz y la alegría de verdad.

  • "Dar gracias a Dios por todo" (RB 4,41): Si eres agradecido siempre, encuentras la alegría, hasta en los momentos difíciles. Es una forma de ver a Dios en cada instante, convirtiendo la vida de todos los días en un regalo.

  • "No ser de mucho hablar" (RB 4,50) y "No reírse mucho ni groseramente" (RB 4,53): Esto no es para que no disfrutes. Es para que cuides tus palabras y tu espíritu. Es una disciplina que ayuda a estar más recogido y a escuchar bien, tanto a Dios como a los demás. Si hay silencio por fuera, es porque hay silencio por dentro.

  • "Dedicar tiempo a la oración" (RB 4,55) y "La Lectio Divina" (RB 48,1): La oración y la lectura orante de la Biblia son el alimento principal del Oblato. Con la Lectio Divina, la Palabra de Dios no solo se lee, se medita, se ora y se vive. Se mete en todo tu ser.

Esta disciplina, lejos de ser una carga, te libera. Libera al Oblato de ese ego que a veces nos domina, de la superficialidad y de las distracciones. Así, el alma puede respirar y llenarse de lo que realmente importa.

Anunciar el Evangelio con la vida: El Nazaret de hoy

La vocación del Oblato se vive en la vida de todos los días. Esa vida normal se vuelve su "convento" y su "púlpito". Como Jesús en Nazaret, cuya vida sencilla fue el mejor ejemplo de que era Hijo de Dios, el Oblato busca ser santo en lo anónimo. No necesita escenarios grandes. Su propio ser, transformado por la gracia y la forma benedictina de vivir, ya es un mensaje.

  • En el trabajo: El Oblato busca hacer las cosas bien, con ganas y honestidad. No por ser ambicioso, sino para servir a Dios y a la gente. Su manera de trabajar muestra los valores del Reino.

  • En la familia: Se vuelve un pilar de amor, paciencia, perdón y fe. Esas virtudes de los monjes, como la estabilidad y la oración, se viven de la forma más viva en casa.

  • En la parroquia y la comunidad: Su presencia es discreta, pero se compromete. Está dispuesto a servir, sabe escuchar y tiene un espíritu de hermandad. Así, se vuelve un testimonio silencioso del Evangelio. Son "sal de la tierra y luz del mundo" (Mt 5,13-14) sin necesidad de grandes discursos.

Este testimonio de vida bautismal, que sale de la autenticidad y la coherencia, es la forma más poderosa de evangelizar. Demuestra que sí se puede encontrar a Dios en medio del mundo. Que ser santo no es solo para unos pocos que viven en conventos. Es para todos los que, con ganas y con la mente abierta, deciden hacer de su vida normal una increíble búsqueda de Dios.

Una idea que prende el alma

La vocación del Oblato Benedictino es una propuesta emocionante y llena de espiritualidad para esos bautizados que sienten una gran sed de Dios. Para los que les gusta la forma de vivir monástica. Es una llamada a vivir el Evangelio de forma radical, pero sin salirse de su vida de siempre. Promete una vida completa, llena de oración y servicio. Permite que la Palabra de Dios se haga realidad en cada situación, en cada relación.

Si esto que lees te llega al alma, si sientes que ese silencio interior te conecta con la Palabra de Dios, y si quieres que tu vida de todos los días sea un anuncio callado pero fuerte del Evangelio, entonces quizás el camino del Oblato Benedictino sea justo lo que has estado buscando. Es una invitación a vivir la fe con aventura, a disfrutar la belleza de la contemplación en este mundo, y a sentir la alegría enorme de buscar a Dios.

U.I.O.G.D. = Ut In Ómnibus Glorificetur Deus (Para que en todo sea Dios glorificado)