¿Qué opinaría Cristo de ti?

Si hoy te encontraras a Jesús, ¿qué opinión tendría de ti? ¿Tendría algo que decir? ¿O solo serían silencios?

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Gabriel Herrera

5/9/20254 min read

"Felipe encontró a Natanael y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y también los profetas, a Jesús de Nazaret, el hijo de José. Y Natanael le dijo: ¿Puede algo bueno salir de Nazaret? Felipe le dijo: Ven y ve. Jesús vio venir a Natanael y dijo de él: He aquí un verdadero israelita en quien no hay engaño. Natanael le dijo: ¿Cómo es que me conoces? Jesús le respondió: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Natanael repuso: Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús diciendo: ¿Porque te dije que te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás. Y añadió: En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre". (Jn 1,45-51).

¿Qué revela esta frase sobre la visión que Jesús tenía de la humanidad? ¿Cómo podemos, como individuos, esforzarnos por alcanzar esa misma integridad en nuestro camino espiritual?

Si hoy te encontraras a Jesús, ¿qué opinión tendría de ti? ¿Tendría algo que decir? ¿O solo serían silencios? Personalmente, me cautiva mucho este pasaje del evangelio de San Juan, porque me confronta con mi realidad personal, esa que me cuestiona todos los días acerca de mi misión como cristiano. En ese pasaje, Natanael estaba bajo la higuera donde buscaba su encuentro personal con Dios; era su lugar favorito para estudiar los pasajes que hablaban de la venida de Jesús, el Mesías prometido; divagaba en cómo sería un encuentro con él.

En el panorama religioso del primer siglo, existían diversas tensiones y percepciones sobre quiénes eran los verdaderos herederos de la promesa de Israel. Algunos grupos, como los samaritanos, eran considerados israelitas por algunos y excluidos por otros. Además, se discernía entre aquellos que mantenían una observancia externa de la ley y aquellos cuya transformación era interna y genuina. Por lo tanto, cuando Jesús llama a Natanael "un verdadero israelita", está destacando una cualidad que va más allá de la mera ascendencia o la observancia superficial.

La frase "en quien no hay engaño" profundiza aún más la evaluación de Jesús sobre Natanael. Jesús afirma que Natanael poseía una integridad arraigada en lo más profundo de su ser, una autenticidad de corazón que trascendía la honestidad superficial. La capacidad de Jesús para percibir esta ausencia de engaño en Natanael sobrepasa su visión penetrante de nuestro corazón.

La fragilidad humana de Natanael nos confronta al afirmar peyorativamente que de Nazaret no salía nada bueno. Ese defecto de evaluar a priori a un ser humano por su origen, nacionalidad o raza lo mantenemos hoy en día; es imposible para el ser humano aislar las barreras de los prejuicios, pero para Dios no existen esas fronteras; Él mira en lo profundo de cada uno y el origen del Mesías lo confirma. La declaración de Jesús sobre Natanael puede considerarse como la encarnación del ideal hacia el cual la espiritualidad benedictina se esfuerza. El "verdadero israelita" sin engaño es el tipo de persona que la Regla busca formar. Tanto Jesús como la Regla valoran una integridad que va más allá de las apariencias externas, enfocándose en la pureza del corazón y la sinceridad de las intenciones.

Y qué decir del aislarse, de buscar un encuentro con el Dios verdadero. La vida monástica refleja esa higuera que buscaba Natanael, ese lugar seguro en el que somos auténticos, donde no hay máscaras ni apariencias hacia los demás; estamos desnudos ante Él, verdaderos y frágiles por nuestras miserias. El mundo moderno con su ruido y estímulos anula y hace complejo el encuentro en la higuera. Los años pasan, se nos escapa la vida buscando protagonismo, dinero, fama y reconocimiento mientras ignoramos al Dios vivo que habita en nosotros. La alabanza de Jesús a la falta de engaño en Natanael se alinea con esta importancia de la verdad, sugiriendo que la sinceridad es fundamental para una relación auténtica con Dios. Evangelii Gaudium habla de la alegría que proviene de un encuentro auténtico con Jesús. Estas reflexiones enfatizan la necesidad de una relación genuina y personal con Cristo, que inherentemente implica rechazar el engaño.

La Regla de San Benito ofrece un camino espiritual estructurado para cultivar estas mismas virtudes. A través de su énfasis en la humildad, la obediencia y la verdad, la tradición benedictina proporciona un marco práctico para aquellos que buscamos vivir una vida de autenticidad ante Dios y los demás. La humildad nos invita a reconocer nuestra verdadera naturaleza, la obediencia nos guía a alinear nuestra voluntad con la de Dios, y la verdad nos llama a la sinceridad en nuestras palabras y acciones.

Examinemos nuestras propias vidas y esforcémonos por ser auténticos como Natanael ante Jesús. Que podamos abrazar el camino de la humildad y la verdad, permitiendo que nuestras vidas reflejen un corazón sin engaño, digno de ser llamado "verdadero" a los ojos de Dios.